miércoles, 22 de octubre de 2008
martes, 14 de octubre de 2008
Eliseo Verón
Dentro del contexto de nuestras sociedades posindustriales mediatizadas, la prensa escrita representa un dominio realmente excepcional para el analista de discursos, en búsqueda de un campo propicio para la prueba de sus hipótesis teóricas y para poner a prueba sus instrumentos de descripción: la prensa es, por un lado, una suerte de laboratorio para el estudio de las transformaciones socioculturales de los grupos sociales y para el estudio de las relaciones entre estas transformaciones y la evolución y el entrelazamiento de los géneros discursivos; admite una red de producción de discursos cuya complejidad aspira a poner en acción un cuadro conceptual de múltiples niveles, capaz de enfrentar tal complejidad.
El objetivo de este trabajo es hacer un recorrido general por este cuadro conceptual, recordando, al mismo tiempo, ciertos problemas que se presentan cuando se aborda el terreno de la prensa escrita desde el punto de vista de una teoría de la discursiva social.
Una teoría de los discursos sociales, antes que nada, no considera la prensa escrita como lugar (entre otros) de manifestación de las reglas de la lengua, sino como uno de los terrenos donde se diseñan, bajo una forma dominante específica –la de la materialidad de la escritura - los objetos que le son propios; los discursos. A propósito de la prensa escrita, dicho de otro modo, se la debe recorrer dentro de la teorización de los objetos discursivos.
En segundo término, no creo que se llegue a una teoría de lo discursivo por prolongación-modificación de una gestión lingüística (cualquiera que sea). La prensa escrita es precisamente un buen dominio para ejercitar la única estrategia posible a mi criterio, consistente en confrontarse con lo complejo como tal, a su propio nivel, sin caer en la ilusión según la cual a partir de lo simple, por composición y con paciencia, se llegará a lo complejo.
En tercer lugar, si se parte de objetos complejos, los macro-funcionamientos discursivos sobredeterminan los micro-funcionamientos del lenguaje. Es por eso que algunos macro-conceptos son aquí fundamentales. Es a nivel de los macro-funcionamientos que se puede emprender la toma de las condiciones productivas sobre los discursos, y por lo tanto, la enraización de estos últimos dentro de la sociedad y de la evolución histórica.
Los lugares de manifestación de estos macro-funcionamientos discursivos son, en nuestras sociedades industriales, los medios de comunicación. El término “medio” señala, para mí, no solamente un dispositivo tecnológico particular (por ejemplo, la producción de imágenes y de sonidos en un soporte magnético, sino la conjunción de un soporte y de un sistema de prácticas de utilización (producción/ reconocimiento). El video doméstico, que conduce al registro de escenas de la vida familiar, y la televisión de audiencia masiva no se diferencian debido a la naturaleza del dispositivo tecnológico; pero no se trata realmente, en un caso u otro, del mismo medio. Los diferentes procedimientos que concluyen a lo escrito impreso, no son sino dispositivos técnicos. La prensa escrita de lectura masiva es un medio; el equipo computador personal-impresor que ha hecho entrar a lo escrito impreso en el universo de los usos individualizados está probablemente creando otro medio, absolutamente nuevo. El “medio de comunicación” es por lo tanto para mí un concepto sociológico y no tecnológico.
El objetivo de este trabajo es hacer un recorrido general por este cuadro conceptual, recordando, al mismo tiempo, ciertos problemas que se presentan cuando se aborda el terreno de la prensa escrita desde el punto de vista de una teoría de la discursiva social.
Una teoría de los discursos sociales, antes que nada, no considera la prensa escrita como lugar (entre otros) de manifestación de las reglas de la lengua, sino como uno de los terrenos donde se diseñan, bajo una forma dominante específica –la de la materialidad de la escritura - los objetos que le son propios; los discursos. A propósito de la prensa escrita, dicho de otro modo, se la debe recorrer dentro de la teorización de los objetos discursivos.
En segundo término, no creo que se llegue a una teoría de lo discursivo por prolongación-modificación de una gestión lingüística (cualquiera que sea). La prensa escrita es precisamente un buen dominio para ejercitar la única estrategia posible a mi criterio, consistente en confrontarse con lo complejo como tal, a su propio nivel, sin caer en la ilusión según la cual a partir de lo simple, por composición y con paciencia, se llegará a lo complejo.
En tercer lugar, si se parte de objetos complejos, los macro-funcionamientos discursivos sobredeterminan los micro-funcionamientos del lenguaje. Es por eso que algunos macro-conceptos son aquí fundamentales. Es a nivel de los macro-funcionamientos que se puede emprender la toma de las condiciones productivas sobre los discursos, y por lo tanto, la enraización de estos últimos dentro de la sociedad y de la evolución histórica.
Los lugares de manifestación de estos macro-funcionamientos discursivos son, en nuestras sociedades industriales, los medios de comunicación. El término “medio” señala, para mí, no solamente un dispositivo tecnológico particular (por ejemplo, la producción de imágenes y de sonidos en un soporte magnético, sino la conjunción de un soporte y de un sistema de prácticas de utilización (producción/ reconocimiento). El video doméstico, que conduce al registro de escenas de la vida familiar, y la televisión de audiencia masiva no se diferencian debido a la naturaleza del dispositivo tecnológico; pero no se trata realmente, en un caso u otro, del mismo medio. Los diferentes procedimientos que concluyen a lo escrito impreso, no son sino dispositivos técnicos. La prensa escrita de lectura masiva es un medio; el equipo computador personal-impresor que ha hecho entrar a lo escrito impreso en el universo de los usos individualizados está probablemente creando otro medio, absolutamente nuevo. El “medio de comunicación” es por lo tanto para mí un concepto sociológico y no tecnológico.
martes, 7 de octubre de 2008
Voloshinov-Bajtín
La piedra angular del dialogismo desde la filosofía del lenguaje abre las perspectivas para la lingüística en los enfoques pragmáticos que serán relativamente conocidos en occidente a través de las traducciones de Bajtín y muy escasamente a través de los textos originales de Voloshinov.
En un análisis organizado en el principio dialogal, la relación de la noción de lenguaje interior de Vygotski (19 73) con el mecanismo de percepción de un enunciado, muestra una base dialogal común en su organización que en todos los tipos de comunicación verbal tienen la percepción, la comprensión y la evaluación del enunciado del otro. Esta relación puede hacerse a partir del redescubrimiento de Voloshinov, puesto que Ivanova (2000) atribuye al filósofo del lenguaje las posiciones que en occidente le fueran atribuidas a Bajtín, en versiones fragmentarias e imprecisas que circularon a fines del siglo XX. Para Voloshinov el carácter dialogal de la palabra está determinado no sólo por el proceso de comprensión, sino, además por el acto de producción, por lo que la lingüista rusa sostiene que:
“desde l lenguaje interior hasta las partes relativamente acabadas de un monólogo, es decir, párrafos, los considera análogos a las réplicas de un diálogo, lo mismo que una intervención compleja, como un libro. De este modo atribuye al dialogismo el estatus de principio común fundamental del enunciado y el diálogo en sí mismo es considerado como una unidad real de la “lengua-lenguaje/habla” y una de las formas principales de la interacción verbal”.
Es decir, la palabra posee una determinación bilateral. Asimismo, la naturaleza social de la entonación, atribuida a Bajtín, es en realidad un aporte de Voloshinov, quien relaciona “la imagen del otro” con la influencia de la entonación, de la que depende la construcción del enunciado. Es decir, pone de relieve cómo se construye el acuerdo o desacuerdo entre los participantes. Se trata de una percepción activa del habla/decir del otro.
En un análisis organizado en el principio dialogal, la relación de la noción de lenguaje interior de Vygotski (19 73) con el mecanismo de percepción de un enunciado, muestra una base dialogal común en su organización que en todos los tipos de comunicación verbal tienen la percepción, la comprensión y la evaluación del enunciado del otro. Esta relación puede hacerse a partir del redescubrimiento de Voloshinov, puesto que Ivanova (2000) atribuye al filósofo del lenguaje las posiciones que en occidente le fueran atribuidas a Bajtín, en versiones fragmentarias e imprecisas que circularon a fines del siglo XX. Para Voloshinov el carácter dialogal de la palabra está determinado no sólo por el proceso de comprensión, sino, además por el acto de producción, por lo que la lingüista rusa sostiene que:
“desde l lenguaje interior hasta las partes relativamente acabadas de un monólogo, es decir, párrafos, los considera análogos a las réplicas de un diálogo, lo mismo que una intervención compleja, como un libro. De este modo atribuye al dialogismo el estatus de principio común fundamental del enunciado y el diálogo en sí mismo es considerado como una unidad real de la “lengua-lenguaje/habla” y una de las formas principales de la interacción verbal”.
Es decir, la palabra posee una determinación bilateral. Asimismo, la naturaleza social de la entonación, atribuida a Bajtín, es en realidad un aporte de Voloshinov, quien relaciona “la imagen del otro” con la influencia de la entonación, de la que depende la construcción del enunciado. Es decir, pone de relieve cómo se construye el acuerdo o desacuerdo entre los participantes. Se trata de una percepción activa del habla/decir del otro.
Ferdinard Seassure
Según Saussure “la lengua es un sistema de signos que expresan ideas y, por esa razón, es comparable con la escritura, el alfabeto de los sordomudos, los ritos simbólicos, las formas de cortesía, las señales militares, etc. Simplemente es el más importante de dichos sistemas. Así, pues, podemos concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el marco de la vida social; podría formar parte de la psicología social y, por consiguiente, de la psicología general; nosotros vamos a llamarla semiología (del griego σ η μ ε ι ο ν, “signo”). Podría decirnos en qué consisten los signos, qué leyes los regulan. Como todavía no existe, no podemos decir cómo será; no obstante, tiene derecho a existir y su lugar está determinado desde el punto de partida”. La definición de Saussure es muy importante y ha servido para desarrollar una conciencia semiótica. Su definición de signo como entidad de dos caras (signifiant y signifié) ha anticipado y determinado todas las definiciones posteriores de la función semiótica. Y en la medida en que la relación entre significante y significado se establece sobre la base de un sistema de reglas (la lange), la semiología saussureana puede parecer una semiología rigurosa de la significación.
Charles Pierce
Uno de los factores que más han contribuido al conocimiento de la obra de Peirce, que ha tenido lugar sobre todo a partir de los años setenta, ha sido, sin duda, la originalidad de sus ideas acerca de la semiótica. Para muchos, el nombre de Peirce está asociado a la semiótica, de la que se le considera uno de los padres fundadores. Este honor lo comparte Peirce con otra gran personalidad, la del lingüista ginebrino Ferdinand de Saussure. Quizá no se deba al azar el que ambos fueran estrictamente contemporáneos: más joven que Peirce (n. en 1839), Saussure, que había nacido en 1857, murió, sin embargo, un año antes que él (en 1913). Aunque de forma independiente, los dos fueron plenamente conscientes de la necesidad de desarrollar una ciencia que se ocupara de los complejos procesos sociales en que tiene lugar el sentido. Sin embargo, los dos parten de principios muy diferentes. Saussure es un lingüista que concibe una ciencia de naturaleza psicosocial que, aunque de alguna manera dependiente de la lingüística, debía ser más general, puesto que debía ocuparse de todo tipo de signos. Para esa ciencia, aún inexistente según su opinión, propuso el nombre de semiología.
Los presupuestos de Peirce son muy distintos. Él sabía que la ciencia de los signos, aunque no plenamente desarrollada, existía desde la antigüedad y tenía un nombre reconocido: semiótica. No se considera, por tanto, un inventor, sino más bien el explorador de un territorio desconocido casi en su totalidad (5.488). Heredero de esa tradición, la semiótica de Peirce está vinculada a la lógica, aunque sólo una transformación de la forma en que se había concebido la lógica podía hacer de la semiótica una disciplina con una personalidad diferenciada.
En la tradición de los estudios lógicos y retóricos, pero más concretamente en Aristóteles, es posible encontrar, bastante sistematizados, algunos de los antecedentes de la semiótica peirceana. Sin embargo, la tradición semiótica es mucho más antigua. Desde la más remota antigüedad, la interpretación de los signos estuvo vinculada a saberes de carácter práctico y, muy probablemente, a esa forma de inteligencia llamada metis. M. Detienne y J.P.Vernant han investigado en un hermoso libro1 el amplio campo de la metis, centrándose para ello, en la figura de la diosa del mismo nombre. Metis, primera esposa de Zeus, madre de Atenea, y que según Hesíodo "sabía más que todos los dioses y los hombres juntos", detentaba una forma de inteligencia y de saber que implica un conjunto complejo de actitudes mentales que combinan la sagacidad, la previsión, el sentido de la oportunidad y la experiencia. A ese tipo de saber están ligadas las habilidades del navegante, el cazador, el pescador, el estratega, o el médico, actividades todas ellas en las que el pensamiento conjetural a partir de los indicios que se encuentran en la naturaleza, son esenciales. Serán, a pesar de todo, los campos de la adivinación y la medicina los que ofrezcan una sistematización más homogénea de la terminología estrictamente semiótica2. Todas estas tradiciones, aunque por caminos diferentes, terminarían por vincularse con las artes discursivas de la dialéctica, la retórica y la lógica3, para las que se requieren conocimientos perfectamente sistematizables, pero también las habilidades y las artimañas propias de los individuos dotados de metis.
Los presupuestos de Peirce son muy distintos. Él sabía que la ciencia de los signos, aunque no plenamente desarrollada, existía desde la antigüedad y tenía un nombre reconocido: semiótica. No se considera, por tanto, un inventor, sino más bien el explorador de un territorio desconocido casi en su totalidad (5.488). Heredero de esa tradición, la semiótica de Peirce está vinculada a la lógica, aunque sólo una transformación de la forma en que se había concebido la lógica podía hacer de la semiótica una disciplina con una personalidad diferenciada.
En la tradición de los estudios lógicos y retóricos, pero más concretamente en Aristóteles, es posible encontrar, bastante sistematizados, algunos de los antecedentes de la semiótica peirceana. Sin embargo, la tradición semiótica es mucho más antigua. Desde la más remota antigüedad, la interpretación de los signos estuvo vinculada a saberes de carácter práctico y, muy probablemente, a esa forma de inteligencia llamada metis. M. Detienne y J.P.Vernant han investigado en un hermoso libro1 el amplio campo de la metis, centrándose para ello, en la figura de la diosa del mismo nombre. Metis, primera esposa de Zeus, madre de Atenea, y que según Hesíodo "sabía más que todos los dioses y los hombres juntos", detentaba una forma de inteligencia y de saber que implica un conjunto complejo de actitudes mentales que combinan la sagacidad, la previsión, el sentido de la oportunidad y la experiencia. A ese tipo de saber están ligadas las habilidades del navegante, el cazador, el pescador, el estratega, o el médico, actividades todas ellas en las que el pensamiento conjetural a partir de los indicios que se encuentran en la naturaleza, son esenciales. Serán, a pesar de todo, los campos de la adivinación y la medicina los que ofrezcan una sistematización más homogénea de la terminología estrictamente semiótica2. Todas estas tradiciones, aunque por caminos diferentes, terminarían por vincularse con las artes discursivas de la dialéctica, la retórica y la lógica3, para las que se requieren conocimientos perfectamente sistematizables, pero también las habilidades y las artimañas propias de los individuos dotados de metis.
¿Que es la Semiótica?
La palabra semiótica proviene del griego semeion, que significaba signo. Se trata, entonces, de la ciencia que estudia los sistemas de signos. También se la suele llamar semiología, aunque no existe un consenso total entre los estudiosos acerca de si los términos semiótica y semiología han de ser equivalentes. Aun así, suele pensarse que la semiología se puede situar por encima de la semiótica, de forma que un estudio semiológico habría de incluir a la semiótica para el estudio de los signos no lingüísticos, y a la semántica para el estudio de los signos lingüísticos. Visto desde esta perspectiva piramidal, la semiología incluiría en un segundo nivel a la semiótica y ésta incluirá, a su vez, en un tercer nivel, a la semántica, que podríamos entender como la parte de la semiótica que se encarga del estudio de los significantes y los significados.
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